Siempre
que suceden hechos tan desgarradores como los ocurridos durante este fin de
semana me pregunto en qué momento esas personas ya adultas, se perdieron. Qué
ejemplos de vida tuvieron, qué poco sentido le encontraron a sus vidas que
tuvieron que buscarlo en lugares donde sólo les presentaron la muerte y la
aceptaron. ¿Qué herramientas psicológicas y qué valores asimilaron en su
infancia y juventud para llegar hasta ahí?
Tanta
crueldad y violencia, no sólo invita a reflexionar sobre qué lleva en su
corazón el ser humano, sino también qué tipo de personas está construyendo la
sociedad actual con los ejemplos de vida que propone, con algunas de las series
o programas de televisión donde gana el que más grite al otro o el que con
insultos y vejaciones le degrade, entre muchas otras conductas nada edificantes
y que nuestros niños y jóvenes asumen como modelo a seguir.
Mi
reflexión te quiere invitar a dirigirte a la raíz. Si a esos adultos cuando
fueron niños y jóvenes se les hubiese educado en virtudes, se les hubiese
ayudado a desarrollar una buena capacidad crítica y a ser asertivos,
probablemente no hubiesen dicho sí a estas propuestas.
El
maestro es el principal factor de oportunidades y progreso de una sociedad y
eso hay que tenerlo siempre muy presente. Cada uno, esté en la situación que
esté, según su don personal, tiene la responsabilidad y también la gracia de iluminar
su entorno, nos decía Juan Pablo II. ¿A qué estamos llamados si no es a cambiar
el mundo desde nuestro pequeño o gran ámbito según nuestras posibilidades? Howard
Zinn, historiador social estadounidense, dijo en una ocasión que si la gente
pudiera ver que el cambio se produce como resultado de millones de pequeñas
acciones que parecen totalmente insignificantes, entonces no dudarían en
realizar esos actos. ¿El maestro a qué está llamado si no es a mejorar el mundo
desde su escuela, su aula, su pequeño grupo de alumnos?
Dolor,
sufrimiento, abandono, rechazo, abuso, explotación, muerte, violencia, egoísmo,
odio, frustración, adicción, soledad… Son tantas cosas vividas por los niños
las que pueden conformarles como personas alejadas de todo bien. Todos nacemos
con la capacidad para la empatía, la generosidad, la compasión, el perdón, pero
también dependemos de nuestro entorno. Cuán importante es ser consciente de que
igual que uno aprende a hablar, la violencia, la agresividad y tantas otras
conductas también se aprenden gracias a ejemplos y vivencias cercanas que con
el tiempo acaban formando parte del ser. Qué importante es mostrar a esos
niños, jóvenes, adultos, que la vida tiene un sentido siempre a pesar, incluso,
del sufrimiento.
Sería
todo un reto, pero maravilloso, que el maestro influyese en sus alumnos hasta
el punto de que estos fueran capaces de encontrar un por qué para superar
cualquier cómo. Y es
que hay que tener presente que “esta cadena infinita de violencia ni es casual,
ni es incontrolable o inevitable. Se puede interrumpir”.
Cómo se transforma la persona cuando se siente querida, aceptada, acogida,
acompañada y llamada a responder en esa medida por la fe y la confianza que
ponen en ella los demás. Poca gente puede ser considerada como un caso
imposible. Todos o casi todos hemos necesitado en algún momento, en mayor o
menor medida, que alguien nos devolviese la dignidad y nos situase en la verdad
de lo que somos y lo que potencialmente podemos llegar a ser.
En esta ocasión te propongo que trabajes,
en la medida de lo posible, la capacidad crítica proponiendo a tus alumnos una
serie de interesantes dilemas morales que les permitan pensar y reflexionar
sobre la mejor y más justa decisión a tomar, de tal forma que puedan ir
comprendiendo lo que es justo, injusto, correcto, incorrecto, deseable o no, en
su forma de actuar o pensar.
Para profundizar más en esta idea puedes
dirigirte al estudio sobre el desarrollo moral que hizo Kohlberg (1927–1987). Su
dilema más conocido es el “Dilema de Heinz”. A partir de ese ejemplo puedes
redactar otros dilemas adaptados a la edad de tus alumnos y plantearlos de
forma grupal, a través de un debate o como trabajo individual, pero siempre
poniéndolo al final en común con toda la clase.